BI SANG KWAN TANG SOO DO
BI SANG KWAN TANG SOO DO
KARATE

Puerto Rico

KJN Luis R. Torres Melendez

Rango Chil Dan (7mo Dan)


Designado Nacional de Puerto Rico

Designado Oficial Region del Caribe

Bi Sang Kwan Tang Soo Do Association


Nací en Orocovis, Puerto Rico el 7 de noviembre de 1960. Crecí en las montañas del centro de la Isla. Mis grados primarios los estudié en el colegio católico en Orocovis y la escuela intermedia en la academia menonita Betania de Aibonito. 

 

Cuando tuve 12 años le traté de hacer una broma a quien fuera mi mejor amigo que practicaba Judo. Cuando le apliqué un abrazo de oso por la espalda, me lanzó sobre su hombro tirándome al piso y dándome un codazo en el ojo de paso. Con el ojo hinchado juré aprender artes marciales para que no me volviera a pasar. 

 

A la edad de 13 años comencé mi entrenamiento en las artes marciales (Shito Ryu) alcanzando el rango medio de Cinturón Verde. No logré llegar al codiciado cinturón negro, pues me fui para la universidad. Entrené varios años por cuenta propia inspirándome a seguir el ejemplo de mis héroes marciales: Bruce Lee, Chuck Norris, Benny Urquídez y Bill “Superfoot” Wallace, entre otros. 


Compraba las revistas de artes marciales y trataba de ver todos los programas relacionados a esto. Pero en ausencia de un maestro que me guiara y aconsejara debidamente me encontré siendo víctima de “bullying” mientras cursé el 10mo grado. Lo que me convirtió de un muchacho alegre y un tanto tímido, en uno retraído, asustado y callado. Me refugiaba en mis fantasías marciales. Superando la situación, me enfoqué en mis estudios y me gradué de escuela superior en Orocovis. 

 

Mi preparación universitaria la hice estudiando en la Universidad de Ciencias y Letras Humanas en Besanzón, Francia, y luego regresé a continuar mis estudios en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, estudiando lenguas extranjeras y Biología respectivamente. La vida universitaria, aunque buena, se convirtió en un reto, la huelga a principios de los 80 me obligó a buscar alternativas para seguir estudiando. Me uní al U.S. ARMY en septiembre de 1982, como Paramédico de Combate (91B) y acabé mi grado universitario con la Universidad de Maryland a través del ejército. 

 

Luego de ingresar al ejército, en el verano de 1983, fuí enviado a Corea del Sur. Serví en el Campamento Humphreys y luego en el Campamento Ames con la unidad médica 43 M.A.S.H. Fue aquí donde comencé a entrenar Tang Soo Do Moo Duk Kwan® en las afueras de la base, en la pequeña villa de ChangDon Ri al norte de Daejeon, bajo la tutela del Maestro Yun Tak Bong, director de la Provincia de Chungcheong del Sur para la Korean Moo Duk Kwan® Tang Soo Do Association. ¿Quién iba a pensar que en este pequeño villorio al lado de una base militar, se encontraba uno de los mejores exponentes y menos conocidos (pues murió a destiempo) maestros del milenario arte del Tang Soo Do?

 

Los fuertes entrenamientos consistían en clases de tres (3) horas, seis (6) días a la semana (lunes a sábado), 7:00 pm a 10:00 pm. Como el calentamiento no era parte de la clase había que llegar 30 minutos antes para calentar y estirar. Los domingos no había clase, pero el Maestro Yun dejaba el Doyang abierto para quienes quisieran entrenar. Fue entrenando los domingos que descubrí que el Maestro Yun pasaba a mirar y se quedaba un rato. O sea, el momento perfecto para tener al maestro para mí solo. Mi dedicación era entera y mi pasión por el arte del Tang Soo Do creció. 

 

En el arte del Tang Soo Do tradicional, una de las líneas más estrictas es la del Moo Duk Kwan® (Instituto de la Virtud Marcial). Emulando los antiguos guerreros Hwarang, los que seguimos la filosofía del Moo Duk exigimos estricta disciplina y entera dedicación. Los guerreros Hwarang unificaron a Corea por primera vez en la historia y se convirtieron en los más temidos guerreros de Asia, 1000 años antes que los famosos Samurai de Japón existieran. 

 

Un buen día, el maestro Yun nos señaló a 8 de sus estudiantes y nos indicó que dentro de dos días estaríamos participando en un torneo de combate. Lleno de nervios, pero ansioso por probarme por primera vez fuera del doyang acepté el honor de haber sido uno de los escogidos a representar defender el honor del Dojang y el nombre de mi maestro ante las escuelas de la provincia. 


Dos días después, cinco (5) de los escogidos (3 coreanos y dos occidentales) llegamos al doyang a las 6 de la mañana. Tres nunca llegarían. La realidad de un combate “a capella” de contacto completo fue demasiado para ellos. Esto no es para todos. A las 8 de la mañana ya estábamos en un centro deportivo en la ciudad de Daejeon. 


Luego de una breve ceremonia de apertura, los mejores guerreros de la provincia de Chungcheong del Sur, según nos llamaron, nos disponíamos a darlo todo en el campo de honor. Y así fue. Mi maestro tomó su sitial al lado de los otros Maestros de la Provincia en una elevada mesa central, desde donde podían verlo todo. 


Comienza el torneo, sin más equipo de protección que el dohbohk que llevábamos puesto. Cero cámaras, cero prensa (1983 a 1985… cero internet o multimedios, jejeje). Uno por uno fuimos entrando al campo de honor a dar batalla. 5 minutos, tiempo corrido, solo se detiene si te noquean o el árbitro para el combate. Mientras estes en pie, se pelea. El que más puntos acumule gana. 


Vi cuando sacaron a un competidor en camilla y de pronto, la dura verdad de que esto es real. Estaba entrando a bailar a la casa del trompo, pero ya era tarde para echarse atrás. No tenía mariposas en el estómago, tenía pirañas. 

 

Entré al combate contra un enorme coreano. No sabía que venían de ese tamaño. Comenzó el combate e intercambiamos nuestros mejores golpes. 


Puños, patadas y varios intentos de agarres. Le coloqué varios certeros golpes que lo sacudieron. De pronto, pensando que lo tenía, entré apresurado al remate y ¡Záz! Me dio una patada redonda por el lado de la cabeza. Vi luces. Doy unos pasos atrás, sentí como sudor caliente y mi bandana humedeciéndose. La patada me causó una herida en la cabeza. El árbitro miró paro brevemente la pelea, me ajustó la bandana (siempre uso bandana en combate, mantiene seca mi frente y el sudor fuera de mis ojos) y preguntó si seguía. Le dije que sí. 


Los próximos minutos fueron difíciles, el público rugía, pero yo solo veía mi oponente. La lucha fue épica y recibí la primera catimba de mi vida. Perdí la pelea, pero me gané el respeto de todos. Estaba sangrando por la cabeza y la esquina del labio. El ganador no se fue de gratis, estaba herido también. Sangraba por la nariz y tenía un ojo apagado. 


En ese momento, acabado el combate colapsé, caí sobre una rodilla, lágrimas saliendo de mis ojos, más de coraje que dolor, pensando que defraudé a mi maestro. Fue en ese momento que miré a la mesa principal buscando lo que esperaba fuera la mirada furiosa de mi maestro y allí lo vi. de pie. 


El mejor trofeo que me han dado en mi vida marcial, la imagen de mi maestro asintiendo positivamente con la cabeza, aplaudiéndome y dándome “Thumbs up” con una mano mientras me mostraba el puño (nuestro saludo tradicional) con la otra. Y de pronto todos los maestros de la mesa se ponen de pie e hicieron una reverencia de respeto hacia mí. 


Bailé en la casa del trompo. No gané, pero me gané el respeto de todos. Mis compañeros me ayudaron a la estación médica donde me cogieron tres puntos de sutura. Y aunque la cicatriz me la cubre el pelo, yo sé que está ahí hasta que muera, mi medalla al respeto hecha en cuero y sangre.

 

Como parte de nuestra rutina, uno o dos sábados al mes, el maestro Yun nos llevaba a subir al tope de una montaña cercana. Arriba, entre las ruinas de una antigua fortaleza japonesa (si, japonesa) nos entrenaba en las partes más místicas de las artes orientales. 


Aprendíamos técnicas de control del cuerpo y supresión del dolor, uso del Ki para atacar, defender y sanar, y técnicas de meditación profunda. Fue allí donde el día antes del exámen de cinta negra el maestro nos llevó y luego de preparar un té, nos sentamos en círculo a meditar. 


Mientras meditábamos sentí que me elevaba y miraba la montaña como si viera una película. Observé como la base de la montaña se cubría con una espesa neblina. De pronto algo se movió entre la neblina y un inmenso dragón verde sale y comienza a volar dándole vueltas a la montaña.  

Siguió rodeándola hasta que se posó detrás de mí. Entre sus garras formando un TaeKuk (Ying Yang coreano). Del Taekuk se desprendía la energía roja en forma de fuego y la energía azul en forma de agua (el agua es símbolo de conocimiento y fuerza, el fuego energía y vida). Estas energías recorrían el dragón hasta rodearme completamente. Menciono que el drágon en la cultura oriental es símbolo de sabiduría y poder. 


De pronto sentí como ambas energías se fundían conmigo y de un salto desperté. Cuando le comenté al grupo sobre mi visión, mi maestro me dijo que el Dragón era mi espíritu guía en las artes marciales y que lo usara como símbolo. Y así lo he hecho por 39 años.


En octubre 27 de 1985, culminaron los tres días de prueba y pasé mi exámen de 1er Dan Cinta Negra. Al momento de terminar di un salto de alegría y grité: ¡Por fin, lo logré…terminé! En ese momento sentí una mano sobre mi hombro y cuando miré, veo a mi maestro y me dijo seriamente, pero con una voz que evocaba la sabiduría de los antiguos maestros: no Sr. Torres, ahora comienzas a aprender. 

 

Tiempo seguido fui trasladado a los Estados Unidos donde terminé mi servicio militar en enero de 1986.

 

Regreso a Puerto Rico y entrené por cuenta propia hasta el 9 de julio de 1986 cuando abro el Centro Orocoveño de Tang Soo Do, bajo la American Moo Duk Kwan® dirigida por el Granmaestro Jae Joon Kim, el cual sigue operando hoy, aunque con diferente nombre. 


En febrero de 1988, decido unirme a la Asociación Mundial de Tang Soo Do bajo el Granmaestro Jae Chul Shin, donde serví como traductor oficial y comaestro de ceremonias en las actividades internacionales. Ahí entrené y enseñé por 26 años, promoviendo el Tang Soo Do en Norte, Sur, Centro América y el Caribe.

 

Durante muchos años desarrollé en Orocovis un concepto de escuela donde me dedicaba a trabajar con jóvenes de escasos recursos económicos y/o con problemas sociales y/o médicos, desertores escolares, etc. Mi vida cambió, tenía mi trabajo regular y en las tardes y noches daba clases. 


A muchos ni les cobraba porque no tenían con qué. Otros no contaban con el apoyo de sus padres pues lo veían como un gasto y no como una inversión en la preparación de sus hijos. A todos los aceptaba. Con que me dieran la oportunidad de mostrarles de lo que eran capaz era suficiente pago para mí. Si había un grupo de estudiantes con padres que sí apoyaban a sus hijos en su deseo de superarse y con el tiempo, algunos hacían su ingreso a la escuela también. 


Yo les decía: si vas a estar ahí una hora esperando tu hijo(a), brinca acá y entrena también. Algunos aceptaban el reto jejeje.

 

Durante 37 años he ayudado a jóvenes a que definan su curso en la vida. He intercedido por ellos en corte, les he aconsejado, he ayudado con situaciones familiares y personales, pero más que nada los ayudo a hacerse hombres y mujeres de bien. Y los logros de mis dragones, como yo les llamo, son mis logros y mi mayor satisfacción. 


Quien me hubiese dicho que iba a ser maestro, sacerdote, psicólogo, consejero, recaudador de fondos, agente de viajes, guía e interprete también, no le hubiera creído. Pero lo fui y lo sigo siendo. Es parte de mi “ministerio” como maestro de Tang Soo Do, como un amigo una vez me dijo.

 

Con mis dragones he viajado el mundo. Y mi alegría es mostrarles lo grande que es y que ellos pueden enriquecerse conociendo otras culturas. Entre mis viajes en promoción de mi arte, en abril del 2003, fui enviado a Haití a evaluar un grupo para ingreso a la organización. 


En todos mis viajes por el mundo, nunca he tenido un cruce de frontera tan difícil y una impresión tan grande de lo que es la necesidad humana. Para cruzar, había que darle “la mordida al comandante y sus soldado, a unos “coyotes” y al otro lado de la frontera también. 


Gracias a Dios que el representante del grupo de Haití nos protegió en el lado de ellos una vez cruzamos. Tres días estuve y regresé con el corazón en la mano, jurando que, si me volvía a quejar de que me faltaba algo, me reprendieran. Gente desnuda en la calle, una ancianita tomando agua de la cuneta, ellos poniéndonos comida en la mesa cuando no tenían para sus hijos. Gente buena y un grupo de tangsudokas de primera calidad.

 

El 8 de marzo de 2014, buscando regresar a mis raíces tradicionales me uno a la Pan American Bi Sang Kwan Tang Soo Do Association, filial latinoamericana de la World Tang Soo Do General Federation con base en Corea del Sur. Poco tiempo después, fui nombrado Designado (Director) oficial para Puerto Rico y el Caribe.

 

Reenfocando nuevamente en el camino tradicional (Do) establezco el concepto Hwarang Moo Sa (Guerreros del Conocimiento), en un modesto local en el barrio Gato de Orocovis, donde se enseña el Tang Soo Do Tradicional, bajo la estricta disciplina del Moo Duk (Virtud Marcial). Bajo mi tutela, desarrollamos y promovemos el desarrollo del Tang Soo Do tradicional en Puerto Rico, las islas hermanas de Aruba, Curazao y el Caribe. 

 

Por estas y otras gestas por el desarrollo del TSD, el panel de Granmaestros de la WTSDGF en Seúl, votó unánimemente en julio de 2017 y el 3 de noviembre de 2017 fui formalmente ingresado al Salón de Fama del TSD en Corea, bajo la categoría de “Leyenda de las Artes Marciales”. 


Premio que no pude ir a aceptar en persona por estar participando como voluntario en 3 misiones médicas internacionales de ayuda a las víctimas del Huracán María en la Cordillera Central. Servicio al necesitado precede cualquier otra consideración. Y mi gente de la montaña me necesitaba.

 

En julio de 2019, ante un panel de 22 Maestros y Granmaestros Internacionales, examiné para mi 7mo Dan exitosamente, convirtiéndome en el primer orocoveño en ostentar el título de Granmaestro en Tang Soo Do en la historia de mi pequeño pueblo. Esa misma semana, fui reconocido e ingresado como Maestro Internacional del año 2019 al Salón de la Fama de la American Kwan.

 

Los efectos de María, los temblores y luego la pandemia han afectado el Doyang, como a todos los demás, pero seguimos persistentes y el pasado 9 de julio de 2021, reabrimos las puertas celebrando 36 años de entrega al Tang Soo Do Tradicional. 


Hoy día los Dragones Guerreros de Hwarang Moo Sa seguimos aquí, sin muchos bombos, ni platillos…solo entrenando fuerte y dedicándonos al desarrollo integral de mente, cuerpo y espíritu. Como dice el refrán: “Las aguas profundas son silenciosas”.


El 7 de noviembre de 2022 fui ingresado al Martial Arts Master Hall of Fame en la categoría de World's Greatest Martial Artists por mis años de practica y entrega en las artes marciales.


De cara al 2023, nos prestamos a reiniciar nuestra presencia internacional después de los estragos de la pandemia. Participamos en el 2022 en el Simposio Competencia Internacional de Tang Soo Do en Curazao del 14 al 17 de julio. Este año del 13 al 16 de julio, los Dragon Warriors y Orocovis seremos anfitriones de dicho evento.

 

Las competencias son buenas, nos mantienen “afilaos”. Pero valores marciales y de vida requieren un Arte, por tanto, más que un deporte, somos un estilo de vida, somos Tang Soo Do Tradicional (Moo Duk Kwan®). Los trofeos y medallas son lindos, los puños y patadas se aprenden donde sea. Para una disciplina de vida, requiere un maestro y mucha dedicación. 


Esto no es para todo el mundo, aunque me gustaría que lo fuera. Nosotros nos regimos por Cinco códigos establecidos por un monje como guía moral para los guerreros Hwarang, y con ellos vivimos:


  1. Lealtad a la Patria
  2. Respeto y obediencia a los Padres y Maestros
  3. Honrar la Amistad
  4. No retirarse de la batalla
  5. Durante cualquier combate, tener Razonamiento y Honor.

Más que un deporte, somos un arte marcial…. un estilo de vida.


¡Tang Soo!


Clases en el Dojang de Orocovis
Lunes/Viernes
6:00pm a 7:30pm
Phone: +1 (787) 630-4044

Foto con mi héroe de juventud y 7 veces campeón mundial de Kick Boxing, la leyenda, William “Bill Superfoot” Wallace. Si, mi cara expresa la “catimba” que este viejo me acababa de dar. jejeje